La Caída Del Imperio Romano by Adrian Goldsworthy

La Caída Del Imperio Romano by Adrian Goldsworthy

autor:Adrian Goldsworthy [Goldsworthy, Adrian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia Antigua
ISBN: 9788497348645
editor: La Esfera de los Libros
publicado: 2009-06-02T06:00:00+00:00


CAMINO AL DESASTRE

Había mecanismos establecidos para asimilar grupos de bárbaros en el seno del Imperio y permitir que se asentaran en las provincias. Sin embargo, desde el principio las cosas no funcionaron demasiado bien para los tervingos. Posiblemente hubo negligencia por parte de los funcionarios romanos acerca de la cuestión de desarmar a la tribu. Sin duda hubo descuido, incompetencia y corrupción en casi todos los demás aspectos del asunto. Amiano culpó a los dos oficiales del ejército que estaban al mando en el lugar de los hechos: Lupicino, el comes a cargo de los comitatenses en Tracia, y el dux Máximo, que controlaba a los limitanei. El problema más básico fue el de la alimentación. Es muy posible que los tervingos hubieran utilizado gran parte de sus propios víveres mientras aguardaban la respuesta de Valente y, después, durante el largo proceso de cruzar el río.

Se suponía que los romanos se ocuparían de proporcionarles alimento, pero las cantidades que los godos recibieron apenas fueron suficientes. Puede que, simplemente, no hubiera provisiones disponibles. Los tervingos equivalían en número a un ejército expedicionario romano muy grande y normalmente se tardaba un par de años en acumular el grano y el resto de víveres necesarios para alimentar a un contingente así. Los funcionarios del Danubio no habían tenido más que unos pocos meses para hacer los preparativos. Aun así, el Estado recibía una importante cantidad de impuestos en forma de productos agrícolas y se suponía que los excedentes se almacenaban en graneros dentro de distintas ciudades amuralladas y bases militares, listos para ser consumidos por las tropas, la corte o los funcionarios. Si no había recursos suficientes para satisfacer las necesidades de los tervingos, la decisión de admitirlos habría sido muy poco prudente. Tal vez sí contaban con bastantes víveres, pero no habían sido trasladados al lugar adecuado. Resulta difícil creer la teoría de que el emperador ordenara a sus funcionarios que restringieran las cantidades entregadas a los godos con el fin de mantenerlos en un estado de dependencia, porque ésa habría sido, claramente, una estrategia muy arriesgada. Es posible que los funcionarios que se encontraban al mando de la zona decidieran por sí mismos adoptar un comportamiento tan peligroso. Desde luego, no dudaron en sacar provecho de la situación. Amiano nos cuenta que una vez que Lupicino se hubo hecho con buena parte de la riqueza de los bárbaros a cambio de comida vendida a través del mercado negro, inició un comercio aún más siniestro: los godos estaban suficientemente desesperados como para vender a sus hijos por míseras cantidades de carne de perro. La tarifa vigente era un niño por un perro. Al parecer, los hombres de Lupicino estaban lo bastante organizados como para haber capturado perros vagabundos en un radio muy amplio.17

Poco a poco, los tervingos fueron trasladados a la ciudad de Marcianópolis, donde parece que Lupicino tenía su cuartel general. Los miembros de la tribu no podían entrar en la ciudad o en su mercado, sino que se les obligó a acampar en el exterior, a cierta distancia de ella.



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